lunes, 15 de diciembre de 2008

Último viaje antes de las vacaciones

El jueves pasado terminé el cutrimestre con el examen de una asignatura y desde entonces tengo vacaciones. Este fin de semana pasado me apunté a una fiesta organizada por el grupo de medio ambiente de la universidad: Gaia.
Soy miembro desde hace muy poco y fue gracias a Baiba, mi amiga de Letonia, que me hizo constancia de su existaencia. Antes, no me podía imaginar que en este pais donde solo se preocupan del medio ambiente en cierta manera y donde casi carece de reconocimiento político pudiera tener una organización tan activa en esta materia.

Lo más increible es que en mitad de diciembre, cuando yo suponía que no me iba a mover de Reykjavík por el posible mal tiempo, resulta una grandiosa aventura de dos días en las cercanías de Borganes. Esta es una ciudad (que yo llamaría pueblo) a una hora de la capital. La casita estaba a tan solo unos kilómetros en mitad de la estepa, cubierta de nieve por estas fechas. La dueña era la organizadora del evento y los que al final fuimos, unos diez chavales.

El sábado cuando llegamos ya estaba oscuro. El sol se esconde ahora a la tres de la tarde pero al igual que cuando está nublado prácticamente no hay luz natural, cuando esta despejado como ese sábado la luz aguanta hasta las cinco de la tarde. Yo solo conocía a Baiba, mi adorable amiga y a Lukas, un amigo austríaco la leche de simpático.

La casa, para que mentir, era de lo más acojedora y tengo que reconocer que los que estaban allí eran una pandilla de intelectuales. Cenamos de maravilla, y todos colaboramos en la pequeña cocina. Después de comer como dioses un grupito nos apuntamos a buscar el Hot spring.

Esto del Hot spring, es de las maravillas de este país. Es una bañera natural de aguas termales que a veces son poco accesibles por una u otra razón.

Esa noche teníamos una luna llena que parecía una linterna y la primera vez que la veía así en Islandia donde normalmente alguna nube queda siempre en el cielo. No conseguimos dar con el hot spring, ya que las coordenadas que teníamos parecieron no ser las correctas. Sin embargo al día siguiente nos daríamos cuenta de cuán cerca estuvimos de encontrarlo.

A la vuelta nos pusimos a jugar al Carcasone (que bien conocen algunos) en su versión más brutal con cientos de fichas que lo alargaron durante horas. La gente se fue llendo a la camuchi y al final nos quedamos la mitad de plática durante unas cuantas horas más. Fue increible estar en frente de estos cuatro chavales de los que yo era el único que no hablaba alemán. Tan bien se desenvolvían con el inglés, como si de su lengua madre se tratara que convencido estoy de haber presenciado la conversación más chula que jamás halla tenido en inglés. Pero no me voy a poner a divagar. Simplemente me encantó.

El domingo, Lukas, Baiba y yo nos fuimos en busca del Hot spring. Lo encontramos inmediatamente, pero llegar a él fue toda una proeza islandesa. El resultado realmente valía la pena. ¡¡¡Increible!!!